miércoles, 1 de febrero de 2012

Yaciendo junto al amor

       Una llamada hizo que lo tuviese en ese amplio balcón de su casa, desde el cual podía verse una parte del mar que asomaba entre dos altos edificios. Ella se da cuenta que por el muere, que con él siente y que cualquier otra forma masculina implica un mal recuerdo o un simple pensamiento de evasión con tal de que no moleste.
       Tocaba el momento en el que sus bocas intercambiasen palabras de amor y de deseo que ellos sólo entendían. Tardes de encanto en las que tan solo un te quiero es apto para atraer sus cuerpos a ese camastro en algún rincón del hogar. Sus bocas se fundían en un beso infinito, mientras él deslizaba sus gruesos labios entre esas piernas que la llevaban hasta el cielo. Esa carita de ángel contrastaba con el placer que les permitía poder amarse y que ese momento no terminase jamás mientras sus gargantas producían gemidos que recordaban a ese amor incontenible que nunca vio mejor salida que en la unión de dos cuerpos que se aman. La temperatura de sus cuerpos en movimiento irradiaba el interior de la habitación en consonancia con las palabras del chico que recogía su pelo, buscando acariciar ese bello rostro. Ella subiendo sus manos agarraba al joven, pidiéndole un par de besos y unos te quiero que le hiciese confirmar que estarían unidos para toda la vida y así le fue devuelto. A pesar de ello, sus caras de satisfacción hacían que sus corazones tuviesen más amor del que ofrecerse mutuamente, y así fue. Un escritorio fue el siguiente lugar donde plasmar aquellas piernas, en una superficie plana llena de trastos electrónicos que estorbaban a cualquier postura que decidiesen conjurar aquel día.
        La tranquilidad de yacer juntos en una cama, intercambiándose palabras, pensamientos o sueños era la de saber que se tienen el uno al otro, y que ningún sentimiento distinto se interpondría entre ellos dos. Para uno y el otro las horas se pasaban más rápidamente de lo que esperaban entre besos y caricias. Nadie les podrá impedir que bailen bajo una melodía de pentagramas de amor.


La luz seguirá reflejando esos cabellos dorados…






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