martes, 25 de octubre de 2011

Sólo por esta noche

      Es imposible describir esta locura que recorre todo mi cuerpo. Siempre que la luz cae espero a que abras esa puerta para contemplar cada parte de tu figura que desnudas bajo la tímida luz de esa lámpara. Allí estoy yo, tras esa ventana, pidiendo que veas esa rosa que cada noche dejo sobre tu cama. Vendería mi alma al diablo por volver a verte una vez más, por poder a desnudarte cuando el placer llame a tu puerta. Apagas esa lámpara buscando esa intimidad donde sólo estamos tú y yo. La luna refleja cada parte de ese cuerpo desnudo tumbado sobre el lecho, porque sé que esa rosa te ofrece ese aroma familiar que te incita a deslizar cada pétalo por cada lugar inesperado de tu piel, viendo como entrelazas tus piernas en esas sábanas. Cada vez que la crepúsculo deje verte, estaré admirando tu sombra una y otra vez, buscando cada minuto de placer que me ofrezcas.
       Sin embargo, esta noche es distinta. Dejas esa ventana abierta permitiéndome posar esa rosa sobre esa cama para dos. La oscuridad me da esa seguridad de que hoy te volveré a ver, y que el cielo reflejará de nuevo tu piel entre tanta tiniebla. Pero de pronto, todo se vuelve oscuro, todo cambia. Te noto cerca, te siento. El aroma que despides me funde en el deseo de tenerte tan solo unas horas. Noto tus pasos cerca de mí, pero no te veo. De pie, en el centro de la habitación, siento tu aliento rodeando mi cuello, mientras tu mano se desliza por mi rostro tan lentamente que siento que tus dedos se funden en mis labios. No tenía previsto esto, pero no tengo más remedio. Ahora nada me impide hacerte sentir lo que todas las veces deseas, que la oscuridad te invite a bailar sobre el placer de lo desconocido y donde la música será el desenfreno hasta el amanecer.
       Me coges las manos impidiendo tocarte. No me quejo, porque todo opaca el placer que siento por el roce de tu respiración por todo mi cuello. No descansas hasta encontrar el punto exacto donde mis labios se impregnen de mil de esas gotas de lujuria que ofrece tu boca.
       Rápidamente me arrebatas esa prenda que cubre mi torso, deslizando esa mano por mi pecho hasta sentir lo que yo siento. El sonido de ese juego de manos y esa cantidad de besos nubla el silencio que reina en la estancia, pero tú olvidas cualquier norma sin importarte quién soy. La ropa cae apilada frente a la ventana, desnudando nuestros cuerpos frente al brillo de una luna intensa que hace reflejar un cabello de oro tendido sobre un pálido rostro. Tus ojos muestran esa mirada que jura que esta noche nunca acabará, mientras tus manos me dejan acariciar cada una de las partes que reinan en ti.
       No aguantas más, y lo único que quieres es incitarme a saborear tu dulce piel que tanto tiempo he deseado. Cayendo en la cama como dos pesos muertos, entrelazados el uno en el otro, sientes mi rostro paseándote por un cuello que alardea de un aroma que colapsa todo mi cerebro, pero es inevitable no centrarme en que tu cuerpo yaciendo junto al mío. Una perfecta unión que hace agradable cada rincón oscuro, donde el miedo pierde el rumbo y la melodía mueve nos mueve en un ideal escenario nocturno.
       Los escalofríos son continuos cuando paseas tu mano descontrolada por mi espalda, pero se une al placer de verte bailar sobre mi cuerpo con la misma pasión con la que te agarro por esa delicada cadera, intentando no verte abocada a la locura.
       Es imposible que acabemos con esta noche llena de locura y encanto, siendo tú, la única dueña del poder de calmar a esta fiera de oscuros recuerdos. Es el momento de esperar a que la pasión se apague con la última nota de esa canción, que esta noche ese saxofón anunciará los primeros rayos de sol por esa ventana.
       Ambos sabemos que cuando mi silueta se dibuje por ese cristal, la magia volverá a fluir por cada recoveco de nuestros cuerpos.


Mientras tanto, cada noche volverá a caer una rosa en esa cama para dos... .







0 comentarios:

Publicar un comentario